La tarde del viernes 18 de octubre, las principales estaciones del metro de Santiago cierran sus puertas para evitar que la convocatoria masiva a evadir el pago se concrete. En la ciudad crece la tensión y los policías se agrupan en las esquinas, mientras trabajadores y estudiantes se encaminan a protagonizar lo que será su último día de normalidad.
Esa misma noche, se declara estado de emergencia y los militares toman el control de las calles. La respuesta del gobierno extiende la indignación a todo el país que amanece cantando “Chile despertó”. Las manifestaciones desbordan el alza del pasaje, las demandas se vuelven transversales y arremeten contra los pilares del modelo neoliberal: multinacionales, intendencias y estatuas de conquistadores caen en un ritmo de refundación. En cadena nacional, el presidente afirma estar en guerra, desatando una escalada de terrorismo estatal que reaviva la llama de la revuelta.
Nos volvemos a llamar pueblo acompaña el despertar chileno y explora las voces del levantamiento popular, transitando desde la protesta callejera hasta las embrionarias formas de organización social. Este es el retrato de un país fragmentado que vuelve a encontrarse en la rabia y la pulsión de cambio.